La Comisión Ballenera Internacional (CBI)ha iniciado hoy lunes, en la localidad marroquí de Agadir su sexagésimo segunda reunión anual, en la que se intentarán poner de acuerdo partidarios y detractores de reanudar la caza comercial de ballenas.
Los 88 países miembros de la CBI trabajarán hasta el próximo viernes por llegar a un consenso sobre la posible reanudación de la captura de esos cetáceos, que siguen siendo víctima de los arpones pese a la moratoria que entró en vigor en 1986.
La CBI reconoce que existen diferencias fundamentales en torno a la investigación científica llevada a cabo bajo permisos especiales, la cacería bajo objeción y reserva, la moratoria a la cacería comercial y otros asuntos como el comercio internacional.
Por ello, la cita en Agadir supondrá una oportunidad para que los partidarios de la caza, como Noruega, Rusia, Dinamarca, Islandia y Japón, y los conservacionistas, liderados por Latinoamérica y Australia, acerquen sus posturas, así como para que se plantee la creación de una nueva reserva de ballenas en el Atlántico Sur.
Un reciente estudio científico comprueba que los cachalotes del Océano Austral son fundamentales en la captura de dióxido de carbono.
De acuerdo con los investigadores de la Universidad de Flinders (Australia), si no fuera por ballenería, hoy tendríamos 120,000 cachalotes en el océano en contraposición a los 12 mil existentes en la actualidad, y estos mamíferos marinos estarían absorbiendo 2 millones más de toneladas de gases responsables del efecto invernadero anualmente. Solo por esta razón, seria mas que suficiente para detener de manera inmediata las operaciones balleneras.
Los cachalotes son grandes buceadores y pueden sumergirse a más de mil metros de profundidad para cazar calamares gigantes, principal fuente de alimento de esta especie de cetáceo. Luego, en la superficie del océano, eliminan grandes cantidades de hierro a través de las fecas que promueven el crecimiento de pequeñas algas oceánicas, conocidas como fitoplancton, las cuales remueven el carbono de la superficie del planeta a través de la fotosíntesis.
Por otro lado el escandalo ha estallado y ha sido desvelado por reporteros de un rotativo britanico. Grabándolos con cámara oculta, los reporteros obtuvieron la confesión de altos funcionarios de seis pequeños países -Costa de Marfil, Guinea, Granada, San Cristóbal y Nieves, Kiribati e Islas Marshall-, que admitieron haber recibido sobornos de Japón para votar a favor de la caza de ballenas.
Ya se sospechaba que el Gobierno nipón se aprovecha de su poderío económico y sus ayudas millonarias para atraerse el apoyo de los países pobres de África, el Caribe y el Pacífico. Pero la investigación del «Sunday Times» revela, además, un oscuro mundo de corrupciones y favores.
En un encuentro con los periodistas en un hotel de Barcelona, el director de Pesca de Guinea, reconoció que Japón no sólo paga la cuota anual de su país para pertenecer a la Comisión Ballenera, sino además los viajes, gastos y comidas de los delegados que acuden a sus reuniones. Cada día reciben un sobre con 300 dólares y, cuando asiste el ministro del ramo, éste se lleva como mínimo unos 1.000 dólares, el equivalente al sueldo medio de un año en Guinea.
Este tipo de cuestionadas prácticas ha permitido a Japón aumentar el número de miembros de la CBI y asegurar el apoyo de 38 de sus 88 miembros a los intereses nipones. Entre ellos están países sin salida al mar como Malí, que se ha alineado con Japón afirmando sorprendentemente que las ballenas devoran sus bancos de peces.
En referencia a la compra de votos, si se aceptarse esta propuesta ballenera en el siglo XXI se estará legitimando un actuar absolutamente condenable y se sentará un pésimo precedente sobre un organismo internacional que quedaría a merced de un solo país, solo por la presión ejercida, en vez de que representar a la mayoría.
Editor especialista en el deporte de vela, tanto en vela oceánica como en vela ligera y olímpica. Colaborador de prensa deportiva a nivel nacional.