Más allá de la mítica canción del verano popularizada por Georgie Dann, las barbacoas en barco parecen cobrar vida propia en la época estival, coincidiendo con el periodo durante el cual más navegaciones de crucero realizamos.
Las ventajas de las barbacoas en barco para cocinar a bordo no difieren mucho respecto a un jardín, al campo o la montaña. Se manchan pocos cacharros de cocina, no deja olores en un espacio cerrado y lo que más me gusta, es un factor distendido para un encuentro entre amigos con quien compartir una comida o cena.
Sinceramente, es un utensilio de cocina a bordo poco usual, pero una barbacoa resulta mucho más agradecida en un barco que en tierra firma, que ya es decir.
Inicialmente las barbacoas para barcos eran las habituales de carbón o leña, y con los años comenzaron a surgir las de gas, tal como también ocurrió con las barbacoas terrestres. Aunque puedan diferir los sabores logrados, lo compensan la logística y practicidad de utilización, ambos sistemas de combustión nos permiten excelentes resultados.
Lo más inteligente para las barbacoas en barco es ubicarlas en popa, aprovechando algún sistema de anclaje que lo fije a los balcones de popa. Si la usamos fondeados, el humo seguirá su curso sin cruzar la cubierta de nuestro barco. Allí está la bañera, el sitio natural para comer y cenar en los meses de temperaturas benignas. Pero si decidimos prender las brasas navegando, la tenemos a mano mientras llevamos el barco. Y no frunzan el ceño, porque controlado el tema de la escora, disfrutar de una barbacoa mientras navegamos es incluso más placentero que hacerlo fondeados a barlovento de una cala, y observar como los sufridores vecinos identifican un sorprendente olor y buscan su origen. Un juego un pelín malvado, que confieso haber practicado años ha con una barbacoa canadiense de carbón. El súmmum era asar costillas de cordero, para desconcierto olfativo de los vecinos. El truco, prenderla sin que se dieran cuenta y que buscasen de donde diantres salía tan placentero e inusual aroma en el mar.
Poco que decir de su uso, salvo la intensidad del fuego y su duración en las de carbón o madera. Hay que cogerle el truco, y aprender a calcular los tiempos tal como también sucede en tierra. Pero hay lago que debemos cuidar con esmero, y es la seguridad. Un cubo con agua cerca no estará de más, y en las de gas no olvidarse apagarlas distraídos por el fragor de mil batallas de sobremesa…
Las barbacoas en barco admiten y exaltan la mayoría de productos que queramos cocinar. Carnes y pescados se llevan la palma, pero verduras y vegetales no le van a la zaga. Esas patatas asadas con paciencia envueltas en papel de aluminio; “escalibar” pimientos y berenjenas; un surtido de calabacín, espárragos, zanahoria, calabaza, champis, etc. a la parrilla. Grandes guarniciones e incluso platos principales. Pero cuando pienso en la barbacoa a bordo, juegos malvados al margen, me asalta la imagen de pescar una buena pieza, subirla a bordo, limpiarla inmediatamente para, resistiendo la tentación de filetearlo en crudo, asarla en la barbacoa.
Las barbacoas en barco son una manera sencilla de cocinar, original y distinta, que nos permite hacerlo al aire libre. No mancha, ni deja olores en el interior del barco, y da mucho juego de interacción con nuestra tripulación, invitados y vecinos de fondeadero. Un consejo: es un elemento goloso para los amigos de lo ajeno, la que tuve “voló” de nuestro barco amarrado en un club náutico de postín.
Tal vez haya que desmontarla en invierno si usamos poco el barco….