La semana pasada os contamos el origen y las reglas fundamentales de la curiosa Cofradía de los Hermanos de la Costa, y a continuación entraremos en alguna de las curiosidades más llamativas sobre este tema.
Como comentamos anteriormente, la Cofradía de los Hermanos de la Costa, surge a raíz de las persecuciones de los piratas por parte de la armada española, y era una forma de organizarse y formar una comunidad equitativa y colaborativa entre todos ellos.
Para que esta organización funcionara correctamente, se elegía un Jefe, de nominado «Gobernador» mediante votación de todos los hermanos. Este cargo era militar y revocable en el momento que algo de lo que hiciera no gustara al resto (y estamos hablando de piratas…). Teniendo en cuenta que estamos a 138 años de la independencia de Estados Unidos y 161 años para la Revolución Francesa, estamos encontrando elecciones en Isla Tortuga antes que la democracia moderna se instaurara así que se trata de una sociedad totalmente revolucionaria e igualitaria para los tiempos en que se encontraban.
También había un Consejo de Ancianos que vigilaban que se cumpliera el espíritu libertario con el que había nacido la Cofradía de los Hermanos de la Costa y vigilaban el ingreso de los nuevos miembros.
El ingreso en la Cofradía de los Hermanos de la Costa no era moco de pavo, tenían que superar una prueba denominada «matelotage» donde el aspirante debía compenetrarse con el espíritu y la conducta de la hermandad o ser rechazado. Esta prueba consistía en la firma de un contrato en el cual se les obligaba a contraer una deuda monetaria, a cambio se les pagaba el trayecto hasta América y se les vendía a bucaneros más experimentados, convirtiéndose así en aprendices bajo sus órdenes. Dichos aprendices, también conocidos como engagés o comprometidos, se resarcirían de sus deudas (unos 30 escudos) trabajando para el bucanero durante un periodo de tiempo determinado, generalmente alrededor de 3 años
Los juramentos se hacían sobre una botella de ron (jow jow jow… con mi botella de ron) y sobre la Biblia y el que sabía firmaba, o sino ponía una cruz.
Los delitos más graves eran (y no es broma) ocultar lo robado, despojo entre camaradas o trampas de juego… está claro que en esa época no existía el dicho de que «el que roba a un ladrón tiene 100 años de perdón» porque entre los castigos estaba entre, entregar el pirata a las autoridades y lo que ello conllevaba (muchas posibilidades de horca) o el denominado y temido «maroon» (que no es un grupo de pop) que no era otra cosa que dejar al pirata en un lugar despoblado con una botella de agua, un poco de pólvora, arma y municiones. El abandonado generalmente moría o de hambre o de herida de bala o ahogado al subir la marea si se encontraba en un pequeño islote.
Editora del portal online Nautical News Today. Licenciada en Ciencias Medioambientales y especialista en recursos renovables.