La especie del atún rojo está en serio peligro de extinción. Este pez majestuoso se encuentra en el centro de la cadena alimentaria marina: sin ellos, los ecosistemas océanicos podrían colapsar.
La situación es dramática: la población de atún rojo (también llamado de aleta azul) del Atlántico se ha visto reducida a apenas un 15% de sus niveles históricos, mientras la pesca del atún se está convirtiendo en un negocio dominado por grupos criminales que manejan un mercado negro de 4000 millones de dólares. Por un solo atún de esta especie pueden llegar a pagarse 100.000 dólares. Y muchos pescadores están engañando a los reguladores con datos falsos, sorteando los sistemas de vigilancia existentes, pescando de manera desaforada y vendiendo pescado ilegal, sin control alguno.
Todos los responsables de garantizar la protección y sostenibilidad de las poblaciones de atún rojo están fracasando. La Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (CICAA), el organismo regulador mundial que se reúnió el pasado 21 Nov., ha hecho caso omiso a las recomendaciones de sus propios científicos para que se prohíba su pesca; el Comisario de Pesca de la Comisión Europea (CE), que inicialmente propuso medidas de emergencia, está siendo desautorizado por los Estados miembros. La propia CE ha venido subvencionando buques especialmente equipados para la sobrepesca, y los principales países que comercian el atún han superado las cuotas de la CICAA ilegalmente. De seguir así, esta enorme negligencia podría acabar con el atún rojo por completo.
Hoy en día, las ganancias que genera el atún son controladas por una reducida élite pesquera con una tecnología muy sofisticada, y que gestiona potentes buques de cerco y granjas de engorde de atún. Pero el resto de las comunidades cuyo medio de vida es la pesca están sufriendo pérdidas enormes. Es más, este saqueo nos afecta a todos: como el atún rojo se encuentra en la parte superior de la cadena alimentaria, su extinción por motivos comerciales podría desencadenar un efecto dominó con consecuencias nefastas. En pocas palabras: sin grandes peces depredadores, los peces medianos se comerán a todos los peces pequeños y no quedará nadie para comerse a los microorganismos. En unas pocas décadas, esto podría llevar a la defunción de nuestros océanos, que acabarían habitados principalmente por medusas y fango.
Pero no podemos dejar esta tarea a los políticos y a los operarios del mercado del atún. Es hora de mostrar nuestra indignación ante este descarado incumplimiento de las normas internacionales, y alzar nuestras voces demandando que la CICAA adopte medidas urgentes para reducir a la mitad los cupos de captura (como mínimo), asegurar un cumplimiento de las normas eficaz y transparente, castigar a los países transgresores y crear una reserva para proteger las áreas de desove.
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