De todas las ideologías existentes, la más reaccionaria es la reivindicada por quienes dicen creer que el hombre está destruyendo la madre tierra con sus sucias actividades económicas y que a menos que modifique su conducta muy pronto nos espera lo que hace un par de días el presidente norteamericano Barack Obama calificó de «una catástrofe irreversible». De estar en lo cierto los que piensan de este modo, los habitantes de los países ricos tendrán que resignarse a un nivel de vida mucho más espartano que el actual, mientras que los del resto del mundo se verán obligados a abandonar hasta nuevo aviso sus sueños de desarrollo.
Al fin y al cabo, los cambios que resultarían necesarios para reemplazar la economía actual por otra debidamente «verde» y por lo tanto «sostenible» no serían nada baratos. Se habla de inversiones que alcanzarían no sé cuantos billones de euros; pero si la situación es tan calamitosa como afirman Obama, el mandatario francés Nicolas Sarkozy, el titular de la ONU Ban Ki-moon y otros dignatarios casi tan eminentes, no hay más alternativa que la de poner manos a la obra sin preocuparnos por los costos.
Los líderes de China y la India sienten menos entusiasmo que las élites occidentales por la lucha contra el calentamiento global. Desde su punto de vista, el desarrollo económico no es un crimen de esa humanidad sino la única solución concebible para sus problemas sociales más acuciantes.
Algunos sí están convencidos de que el planeta está calentándose con rapidez alarmante como resultado de las emisiones de dióxido de carbono, pero otros señalan que en los últimos años la temperatura global se ha reducido y dudan de que las emisiones industriales hayan incidido tanto como aseveran sus adversarios. Unos dicen que el hombre está arruinando el clima pero pronto recibirá su merecido y los escépticos suelen ser muy negativos y acusan a sus contrincantes de estar motivados por el odio hacia el capitalismo globalizado. Puesto que entre los partidarios más vehementes de la causa ecológica se encuentran muchos marxistas y anarquistas que acaso saben muy poco de meteorología pero sí son perfectamente capaces de entender que militar a favor de un medio ambiental más limpio les permite ensañarse con un statu quo que no les gusta del todo, la idea de que el movimiento que personajes como Obama, Ban Ki-moon y Sarkozy quisieran liderar, tiene más que ver con la política que con «la ciencia», dista de ser disparatada.
Los desafíos a que nos enfrentamos son colosales. ¿Cómo obligar a los relativamente paises ricos a decir adiós al bienestar material por lo general modesto al que se han acostumbrado? ¿Qué hacer con los miles de millones de africanos, asiáticos y latinoamericanos pobres, pero que en ocasiones son igualmente contaminantes puesto que desde el punto de vista de los ecólogos las vacas son tan nocivas como los coches?.
Por lo demás, muchos políticos de países tercermundistas en que los desastres climáticos siempre han sido frecuentes se han puesto a reclamar a los ricos que los compensen por los daños que, de acuerdo con «la ciencia», han provocado. Su planteo es lógico. Si es verdad que las emisiones carbónicas estadounidenses y europeas han causado inundaciones devastadoras en Bangladesh y la desertificación de regiones enteras de África, los culpables de cambiar el clima deberían encargarse de todos los costos. ¿Estarían dispuestos los ricos no sólo a asumir tamaña obligación sino también a desmantelar las partes contaminantes de sus propias economías a sabiendas de que supondría la pérdida de cantidades enormes de puestos de trabajo? Por supuesto que no lo estarían. Cualquier gobierno que se lo propusiera no tardaría en verse derribado.
Lo tienen verdaderamente difícil nuestros mandatarios el próximo mes en Copenhague…..
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