A pesar de que tiene mucho de ficción, la búsqueda de tesoros por los mares del mundo es importante porque ha permitido perfeccionar las técnicas en la exploración para localizar verdaderas riquezas en el mar, como son todos los datos que, de la historia de la humanidad, aporta la arqueología submarina. Si el Mediterráneo es el mar de los restos clásicos romanos y griegos, el Atlántico lo es de las nuevas culturas. Siempre seguirá el interés, tanto científico como de aventura, para buscar en el fondo de los océanos esa fabulosa riqueza arqueológica, que representa el incremento de la cultura del hombre.
Gran parte del comercio en el mundo antiguo, era por mar, especialmente en largas distancias, ya que los caminos de la tierra comportaban elevados costes y un tiempo mucho más largo, si no imposible, ya que se llevaba a cabo en carretas tiradas por bueyes.
Los descubrimientos arqueológicos subacuáticos de naufragios que ocurrieron en la costa de Cerdeña en la época romana, están representados por ánforas dispersas, intactas o fragmentado, pero siempre en grandes cantidades, ya que cada barco podía albergar hasta mil a plena carga.
Uno de los descubrimientos que ha sido estudiado con el máximo rigor científico, es el de un campo de ánforas descubierto en el archipiélago de la Magdalena, en 1958. Ahí se hundió una nave romana, entre la costa septentrional de Cerdeña y la isla de Spargi y se encontró cubierta de arena y plantas marinas.
De 120 a 100 antes de Cristo el barco romano de la Isla de Spargi era un barco comercial romano que se hundió cerca de la Secca Corsara de la isla de Spray, pudo haber tenido de una longitud de 30 m de largo y esta antigüedad arqueológica tiene el casco parcialmente conservado, lleno de vino, cerámica y muebles. Se encuentra en 15 a 16 m de profundidad. Ha sido excavado por dos veces y saqueado. Fue excavado de nuevo en la década de 1970 y se recuperaron 400 ánforas. Los restos están enterrados bajo la arena y ahora se espera que protegidos. Entre los hallazgos fue un casco de bronce con un cráneo todavía en el interior, así que tal vez el barco se hundió en la batalla.
Los acantilados de Ninphaea estaban a menos de una milla de distancia, cuando el barco se hundio, cuando la popa chocó contra una roca que se elevaba a 7 metros desde el fondo: la placa de bronce que protegía se arrugo como un papel, y luego el barco descanso en la arena en aguas tranquilas en bajío de Corsara.
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