Ya en otras ocasiones hemos hablado sobre la organización Sea Shepherd cuando nos referimos a la lucha que mantienen contra los arponeros japoneses en su “caza científica” de las ballenas; como sabéis es una organización internacional sin fines de lucro de conservación de vida marina. Al salvaguardar la biodiversidad de nuestros ecosistemas oceánicos delicadamente equilibrado, Sea Shepherd trabaja para asegurar su supervivencia para las generaciones futuras.
La flota ballenera japonesa el año pasado operaba en el Mar de Ross. Este año, su «estudio científico» se supone que tendrá lugar en las aguas del sur y el oeste de Tasmania, al este y al sur de Sudáfrica. Esta organización con sus barcos, hostiga a los japoneses para que al menos en las aguas protegidas de la Antártica y en los mares del sur no puedan actuar.
No se trata de estudios de ciencia y nunca lo ha sido, ni siquiera es por los beneficios porque nos han negado sus beneficios. Es simplemente una cuestión de orgullo. La caza de ballenas en el Océano Austral se ha convertido en un proyecto de bienestar altamente subsidiado, para una industria arcaica que no tiene lugar en el siglo XXI.
La campaña de Sea Shepherd, ha sido difícil este año, debido a los treinta millones de dólares asignados a la flota ballenera para aumentar su seguridad. Este dinero fue tomado del fondo de ayuda para el terremoto y posterior Tsunami, mientras que a la organización se les pone toda serie de trabas legales.
No solamente son los japoneses los que esquilman nuestros mares, al norte de Escocia en la civilizada Europa, hay unas pequeñas islas llamadas Feroe que cada comienzo de verano, durante las cacerías comunales (que los lugareños llaman «grindadráp» o simplemente,»moler»);pero que con mayor precisión esta práctica debería ser llamado lo que realmente es, una masacre masiva de la ballena piloto que es similar a la masacre anual de delfines en Japón, documentado en el ganador de un Oscar de cine, The Cove. La principal diferencia, es que hay por lo menos 23 diferentes calas de las islas Feroe, donde una matanza puede llevarse a cabo y la organización ha de multiplicarse para conseguir descubrir el lugar. Sea Shepherd se ha opuesto activamente desde 1985 y seguirá siendo uno de los principales defensores de estas ballenas en peligro de extinción.
Pues bien, este año (y también el anterior) una joven catalana de tan sólo 22 años, Eva Hidalgo, forma parte de los miembros de este grupo ecologista que intenta evitar la caza indiscriminada de estos mamíferos. Es la octava campaña de esta organización en la pelea por impedir la captura de ballenas en aguas antárticas a manos de barcos nipones. En 2010 cuando la joven Eva, estudiante de biología, fue cuando entró por primera vez en contacto con la institución ecologista. En agosto de aquel año, un barco de la organización atracaba en el puerto de Barcelona y requería voluntarios para hacer visitas guiadas, en catalán y castellano, con el fin de mostrar su buque. La joven, ansiosa por ayudar a un grupo que defiende algo que ella ama, la naturaleza y los animales, rápidamente se ofreció para el puesto.
Inmediatamente, el carácter y la motivación de la catalana cautivaron a la organización. Y el regalo no se hizo esperar. Cuatro días antes de abandonar Barcelona para poner rumbo a Australia, le ofrecieron unirse a ellos. «En sólo cuatro días tuvo que tomar una decisión. No dormía por las noches» dijo. En principio se trababa sólo de una experiencia de dos meses de duración; pero la cosa se complicó. Tras su estancia en aguas australianas, los miembros de la tripulación le plantearon la posibilidad de navegar con ellos hasta la Antártida. Pretendían frenar, por séptima vez, la caza de ballenas a manos de pesqueros japoneses. Eva ni se lo pensó. La familia Hidalgo se siente muy orgullosa de tener a uno de los suyos en la Antártida luchando por un fin tan encomiable. «Estamos muy orgullosos de ella. Siempre he tenido un sentimiento de miedo y a la vez de admiración, es muy valiente», sentencia la madre de Eva.
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